Suele decirse, que mandar es lograr que otros hagan lo que yo quiero. Pero esta consideración requiere, para que sea eficaz, de bastante control, tanto más cuanto más sofisticado o complejo sea lo que yo como directivo quiero.
Cabe otra concepción del mando: mandar es lograr que otros quieran lo que yo quiero o, mejor: lo que yo quisiera querer o lo que me convendría querer. En este caso, el control es menos necesario porque se aprovecha la energía de las propias personas que aflora con la forma de autocontrol.
La dificultad surge cuando no todo lo que un directivo quiere, puede ser querido por sus colaboradores, sin manipular su querer –es decir, sin engañarlos–, lo cual será paulatinamente más difícil pues las personas aprenden, o escarmientan.
Kennedy dijo en uno de sus discursos:
«Algunos hombres ven las cosas como son y dicen: ¿Por qué?. Yo sueño con cosas que nunca fueron y digo: ¿Por qué no?»
Los líderes ven cómo podría ser la vida. Siempre ven un poco más adelante, un poco más que aquellos que lo rodean.
El mundo dice: «Tengo que ver para creer«. El líder dice: «Tengo que creer para verlo«.